Marcas de Guerra
Split fue quizás uno de los destinos donde tuvimos menos ganas de estar. Fue una ciudad que quedó varada entre nuestra tristeza por dejar Hvar y la excitación e incertidumbre de salir a rodar por nuevas rutas .
No es una ciudad que no valga la pena, al contrario. Es una ciudad bastante grande con un centro histórico que merece ser caminado, un gran puerto, playas de piedra y otras de arena y varias montañas alrededor.
Tuvimos días tranquilos junto a Luis Alberto, un chileno que conocimos en el hostel en el que nos podríamos alojar gratis por pertenecer al mismo dueño que el hostel de hvar, donde habíamos trabajado los últimos meses.
Luis venía viajando desde hace bastante tiempo por diferentes puntos del globo, asique aprovechamos a recibir algunos consejos y marcar nuevos lugares en nuestra hoja de ruta. Con la esperanza de poder visitarlos en un futuro cercano.
Para ser sincero, no estaba muy informado sobre los paises balcanicos y las guerra yugoslavas que llevaron a conformarlos. Fueron algunas charlas con Luis las que me inspiraron a quedarme leyendo sobre la historia de los países que recorreremos en las siguientes semanas.
Al día siguiente viajamos desde Split hacia Mostar, Bosnia y se hacía loco pensar que en menos de 30 años atrás esas mismas rutas probablemente hayan sido usadas por motivos bélicos.
Durante la década del 90, las guerras de los países balcánicos llevaron a la disolución de Yugoslavia y a la creación de países como Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro y Serbia.
Los motivos de la guerra no fueron solo politicos y economicos, tambien estaban en juego los racistas ocasionados por las diferentes religiones que conviven en esa región. Esta convivencia de religiosos, ortodoxos y musulmanes llevó a una de los mayores genocidios después de la Segunda Guerra Mundial.
La zona de Bosnia y Herzegovina fue la más afectada, ya que era donde había mayor mestura de religiones, con una gran cantidad de musulmanes.
En la ciudad de Mostar, un río separa la zona de católicos de la zona de musulmanes. El odio a estos últimos llevó a la destrucción del puente que era símbolo de la época otomana, creado en el siglo XVI. para unir ambos lados de la ciudad.
Hoy en día, en el mismo lugar hay una réplica del original y es el mayor atractivo turístico con el que cuenta Mostar. Alrededor se ven muchas inscripciones haciendo alusión a no olvidar lo ocurrido durante la guerra en el año 1993.
La ciudad se encuentra en un valle, rodeada por sierras altas y su centro histórico es especialmente atractivo gracias a la mezcla de culturas y religiones que allí conviven. Muchos edificios siguen en ruinas y la fachada de muchas casas siguen teniendo las marcas de los disparos.
Nosotros nos alojamos del lado musulmán, que nos resultó sustancialmente distinto a todo lo que habíamos visto sobre esta religión en Marruecos, donde nos sacaban a patadas si intentábamos entrar a una Mezquita por no ser musulmanes, mientras que en Bosnia y Herzegovina te cobraban entrada en caso de que no estés yendo a orar.
Exhiben sus templos como museos, aprovechando el atractivo que era a edificios que habían sido bombardeados durante la guerra y reconstruidos posteriormente.
El próximo punto marcado en nuestra ruta sería Sarajevo, la ciudad capital. Estuvimos varias horas bajo el sol que iluminaba a Mostar sin tener ni un gramo de suerte. Ya agotados decidimos movernos a intentar en otro punto que, según el mapa parecía más atractivo para nuestros pulgares.
Nada de eso, estábamos en plena ruta y no parecía haber forma que nadie se apiade de nosotros. Ya estamos por tirar la toalla e ir a la terminal cuando un auto que venía en sentido contrario dobló en “u” y nos levantó. Era una pareja de Omán que estaba vacacionando en el país, había pasado por donde estábamos y volvieron a buscarnos…algo que parece increible, pero qué sucede muy a menudo en la rutina de quien viaja a dedo.
El paisaje que envolvía nuestra ruta nos hacía estar con las narices pegadas a las ventanillas. En Bosnia hay muchas montañas altas cubiertas por bosques verdes y ríos a sus pies. Un paisaje que nos sorprendió.
Sarajevo es una ciudad totalmente histórica. No solo fue duramente golpeada durante Las Guerras Yugoslavas, también fue el escenario del hecho central que desencadenó en la Primera Guerra Mundial: conocido como el “Atentado de Sarajevo”, cuando balearon al heredero de la corona del Imperio Austro-Húngaro y su esposa.
Un tanto movidito el siglo XX para los bosnios… tanto así que las principales atracciones de su capital tienen que ver con acontecimientos bélicos.
La convivencia de religiones aquí también está presente, aunque la mayor influencia sea la musulmana, atada a la curiosidad de ver musulmanes rubios y de ojos celestes que visten turbantes.
Caminando por el centro histórico se puede encontrar una catedral católica, una mezquita musulmana, una catedral ortodoxa y una sinagoga judía, todo en contadas manzanas a la redonda.
Nuestro ultimo dia en la ciudad nos juntamos con Sarah, una alemana que estaba realizando un intercambio, a las ruinas de un fuerte sobre una montaña. Teníamos a un lado el paisaje verde y montañoso y al otro una vista panorámica de la ciudad, con el sol cayendo por detrás.
Nos fuimos de Bosnia. El país nos venía gustando mucho por su historia viva, pero nos venía faltando el tener contacto con locales para aprender sobre su forma de vivir la vida.
Aires serranos
Salir de una ciudad grande a dedo suele ser complicado, por lo que nuestra estrategia para escapar fue irnos en micro hasta un pueblito intermedio entre Sarajevo y la ciudad cercana a la frontera que algun local nos había recomendado.
Nos dirigimos hacia Jajce, un pueblito pequeño, perdido entre los bosques y con una cascada alta como principal atractivo turístico. Allí un hostel nos dejó armar la carpa en su patio por una módica suma.
Nos quedamos con ganas de pasar algunos dias mas alli, pero ese pueblo fue solamente de paso para nosotros.
Salimos a hacer dedo con rumbo a Bihac. Otra vez varias horas esperando, otra vez el sol nos la hacia mas difícil, al punto de tener que turnarnos para que alguno pueda descansar a la sombra, otra vez dijimos “basta” y un auto paro.
En Bihac nos alojaría Emina, una chica que contactamos por CouchSurfing. Vivia con sus padres y su abuela en una casa enorme con un jardín aún más grande, lleno de frutales y varias manzanas maduras dispersas en el pasto.
El padre era un ex combatiente que mataba el tiempo mirando televisión en el cuartito donde nosotros dormiriamos. En si el tipo estaba como quería. En ese cuartito nadie lo molestaba, tenía siempre su botella de cerveza, sus cigarros, algo de comida que le acercaban las mujeres de la casa y un torneo de tenis que le demandaba varias horas de concentración.
En parte me arrepiento de haberle dicho a ese hombre que soy de Tandil… desde ese momento hasta que nos fuimos no paro de repetirme que le tenía que hacer llegar un autógrafo de “Del Porrrrto”.
Pasamos mucho tiempo con él, mirando tennis, acompañándolo a comprar más cerveza y conversando aunque no hablaba ingles y apenas se nos hacía entender con algo de italiano. Lo que empeoraba cuando llegaba la abuela de Emina, que nos hablaba en bosnio y se quedaba esperando respuesta de nuestra parte.
La ciudad me hacía acordar bastante a mi Tandil, con un río al que todos iban a pasar el dia al mejor estilo Lago del Dique, varios espacios verdes y algunas sierras bordeando el área urbana.
Emina estaba muy preocupada porque la pasemos bien durante nuestra estadía, nos llevaba a tomar café o cerveza por ahí y nos organizó un asadito en el jardín. Nuestra idea era pasar dos noches en Bihac, pero nos sentíamos tan a gusto con la hospitalidad recibida y sumado al pedido de que no nos fuéramos tan pronto, terminamos quedándonos dos noches de más.
Antes de irnos Emi nos comentó que con nosotros había sentido una química especial desde el momento que nos vio parados con las mochilas en la puerta de su casa. Es muy extraño como pasan esas cosas con ciertas personas que pasan de ser desconocidos a buenos amigos sin darnos cuenta.
Por suerte nos pudimos ir de Bosnia y Herzegovina teniendo la experiencia de compartir momentos con gente local y llevándonos una nueva gran amistad.
Cien años de perdón
Fuimos haciendo dedo hasta cruzar por la frontera norte entre Bosnia y Croacia. El último auto nos había dejado en un pueblo llamado Karlovac, a muy pocos Km de nuestro destino Zagreb.
Estabamos muy disconformes con el lugar donde nos habían tirado: plena ruta, no había espacio para que un auto parara y mucho menos a la velocidad que pasaban.
Le decía a Juan “La única chance que tenemos es con los autos que vienen solos, si tienen alguno atrás no van a frenar y si vienen atrás de un camión ni nos ven… encima los camiones no van a parar ni en pedo”.
A lo lejos asomaba un camión con un acoplado enorme, custodiado por una cola de muchísimos autos
“Ves?”, seguí “este hdp nos caga con todos los autos que vienen atrás y encima no para ni en pedo”. Levantamos el pulgar casi por compromiso, el camión pasa y escucho que Juan, que estaba calladito atras mio, me dice “Que dijiste??”
El camión había parado en la mitad de la ruta haciendo que casi haya una tremenda colisión entre los autos que venian atras y los que venían por el carril contrario… además de los bocinazos y las puteadas recibidas por el camionero y por nosotros.
En Zagreb nos quedamos en el depto de Dora, una de las compañera de trabajo en Hvar, y su hermana Iva, a quien también habíamos conocido en la isla. Vivían en una zona residencial, que daba la sensación de no estar dentro de una capital de país.
Nos atendieron como reyes, preocupadas porque tuviéramos siempre la panza llena. Además de acompañarnos a pasear siempre que no tuvieran que cursar o estudiar.
Según nos comentaron, Zagreb tiene una arquitectura similar a las demás capitales de la zona (Liubliana, Viena, Bratislava, Budapest, etc), pero tiene la particular de que su origen se debió a la fusión de dos pueblos enemigos para poder combatir contra las invasiones otomanas.
En la noche anterior a partir, nos juntamos con otra Dora, una croata que había conocido años atrás durante su intercambio en Tandil.
Ella nos llevó a un festival de comidas que organizaba una amiga suya y nos hizo probar algunas cosas tradicionales croatas como Rakija (bebida típica), algunos vinitos de la zona y algunas comidas de nombre impronunciable.
De por si, esta Dora es una chica muy extrovertida y esa noche estaba elevada a su máxima expresión, ya que la habían ascendido en el trabajo… no paro de hablar en toda la noche, con nosotros y con el que se cruzara en la calle. Fue una linda velada en su compañía.
Al día siguiente nos debíamos encontrar en frente a una plaza con el conductor de nuestro Blablacar.
Llegamos con algunos minutos de antelación, bajamos las mochilas para descansar los hombros y Juan se fue a comprar algo para agotar sus últimas Kunas mientras yo custodiaba el equipaje.
No pasó ni un minuto que se me acercaron dos tipos de pinta muy poco amigable. Uno de ellos me habló en croata y al decirle que no hablaba su idioma me empezó a decir en inglés que eran dos policías encubiertos, que pensaban que teníamos droga en las mochilas y que querían ver mi identificación.
Era muy obvio que querian robarme, así que le decía que no les iba a mostrar nada si no me mostraban su identificación de que realmente eran policías...mientras ganaba tiempo para que Juan vuelva para ser dos contra dos y procuraba custodiar las mochilas.
De un momento para el otro el segundo tipo había desaparecido y mi guitarra ya no estaba donde la había dejado. Me entró la desesperación, pero no podía hacer más que esperarlo a juan para que se quede cuidando las cosas mientras yo salía a buscar al que me había afanado.
Llegó Juan y me fui corriendo a darle la vuelta a la manzana y caminar por donde suponía que podría haberse ido el chorro. Era imposible, estaba en una avenida llena de gente y por la que pasaban trenes, autos y colectivos.
Volvía corriendo, preocupado porque no le intentaran robar a Juan durante mi ausencia, cuando veo al supuesto policía encubierto cruzando la calle lo más campante. Con el impulso que traía le di un empujón, el tipo cayó contra el cordón, alcance a insultarlo y darle alguna patada en el costado, pero la gente nos separó.
Juan tenía las mochilas bajo control, de hecho estaba a lo más tranquilo boludeando con el celular. Por lo que volví a dar una vuelta más grande a ver si encontraba al que se había llevado la guitarra, pero no tuve suerte.
La bronca, mezclada con la impotencia y la adrenalina se me habían subido a la cabeza… dejando espacio para la angustia que tenía por haber perdido esa guitarra. Pensaba en que tendría que haberle hecho algo al que tenia ahi tirado antes de que nos separen, el tipo me había cagado y se estaba saliendo con la suya como si nada.
No soy de los que suelen solucionar las cosas con los puños…no me parece algo muy inteligente y ademas en mi balance personal tengo muchas mas peleas anotadas en el Debe que las que tengo en el Haber.
Volvia a donde estaba Juan cuando veo al supuesto policía sentado sobre una plataforma en una de las esquinas de la plaza. Lo encare de frente, le pregunte donde estaba mi guitarra y sin que me responda le di una piña en la cara. El tipo cayó acostado sobre la plataforma a la que me subí para tenerlo dominado y darle algún golpe más en caso de que intente reaccionar. Lo deje cuando note que estaba indefenso y que ya había tenido su merecido..
No me enorgullece lo que hice, pero al menos así no me iban a robar y llevarselas de arriba. De paso tambien descargue la bronca que contenía.
A todo esto llego nuestro auro. Tomamos nuestras cosas y nos estabamos yendo cuando veo a lo lejos al que me había robado y tenía mi guitarra consigo.
Le aviso a Juan para que cuide mi mochila mientras iba al rescate de la guitarra. Sigo sin entender por qué Juan me dijo que lo espere y fue a llevar sus cosas al auto. De lejos veía como saludaba a la pareja que nos iba a llevar, les ayudaba a acomodar el equipaje, les contaba de dónde éramos, por donde habíamos viajado, que quería ser cuando sea grande y probablemente haya tocado otros temas como el gobierno de Dilma en Brasil o del rendimiento de Pisculichi en el River de Gallardo.
Para cuando volvió a buscar mi mochila ya había perdido de vista al chorro entre toda la gente que divagaba por la plaza.
Salí a buscarlo sin pasar cerca de la plataforma donde había golpeado al otro tipo, ya que ahora estaba con cuatro o cinco malvivientes a su alrededor.
Se me hacia dificil encontrarlo, hasta empezaba a dudar si al que había visto realmente era al que estaba buscando. Empezaba a pegar la vuelta cuando veo que todos los de la plataforma se iban y solo queda el supuesto policía ensangrentado y el chorro con mi guitarra en una de sus manos.
Me les fui acercando de a poco, sin dejar que me vieran, ocultandome entre la gente que pasaba, hasta que desde el punto justo empecé a correr en su dirección y cuando los tuve al lado le pegue un tirón a la guitarra y se la saque de las manos.
Seguí mi carrera hasta el auto donde me esperaban festejando mi hazaña juan y la pareja, con quienes mi carta de presentación no fue para nada ortodoxa ni protocolar.
La cosa no termina ahi. Estabamos a pocos Km de la frontera con Eslovenia cuando Juan me preguntó si tenía mi pasaporte a mano para presentarlo.
Recordé que esa mañana no lo había visto en el bolsillo de siempre mientras armaba la mochila. Se me cortó el aire pensando que me lo había olvidado en Zagreb
Busque dentro de la funda de la guitarra, solo porque era lo único que tenía a mano y ahí estaban todos mis documentos más importantes!! No se en qué momento los puse ahí.
El festejo por haber recuperado la guitarra fue aún mayor.
Amanecer en una cabaña
Probablemente Liubliana haya sido la ciudad qué más nos gusto en un primer pantallazo. Es una capital de país de solo 300.000 habitantes qué te da la sensación de tener un alma joven, pero al mismo tiempo mantener su imagen de vieja ciudad europea.
Por un lado se ven grafitis en las paredes las paredes de las calles y sapatillas colgadas de los cables. Por otro lado edificios viejisimos e imponentes, muchos espacios verdes y un castillo vigilando la ciudad desde la cima de una sierra.
El dragón es el símbolo de la ciudad, por lo que se ven estatuas de este animal mitológico en los lugares donde normalmente, en cualquier otra ciudad, hay estatuas de leones.
La primer noche estuvimos obligados a dormir en un hostel. Dejamos las mochilas y nos fuimos a tomar algo a un parque con Ziga, un chico que contactamos por CouchSurfing.
Le contamos sobre nuestro viaje y el nos contó sobre sus planes de viajar por España y Marruecos. Pegamos buena onda, levanto el telefono, llamo a su compañera de piso, le pidió permiso para que pasemos algunas noches allí y así de simple nos estiro nuestra estadía en la ciudad.
Esa misma noche nos llevó a conocer matelcova, un mini barrio totalmente alternativo, dónde hippies, punks, darks y otras etnias sociales conviven sin molestara nadie y sin ser molestados.
Son dos cuadras de bares con música alternativa y decoración extravagante en las calles (les recomiendo googlearlo, es difícil describirlo).
Ziga vivía en una zona residencial un tanto apartada del centro, pero con facil y rapido acceso en las bicicletas que nos prestaron. La casa y su jardín eran enormes, por lo que se dividía en varios departamentos en los qué vivían dos personas.
De los 8 qué eran en la gran casa, 6 bailaban tango y milonga, algo que aparentemente está de moda en Eslovenia. Según una de las chicas, esto se debe a la experiencia de un baile de contacto con la pareja, algo que no es muy recurrente en la cultura de ese país, donde hombres y mujeres se saludan dándose la mano y a la mayor distancia posible.
Con Ziga y Jana pasamos días relajadísimos, paseando en bici por la ciudad, yendo a un parque enorme, comiendo en el jardín, etc.
Solo por buena onda, Jana nos llevó como 60Km en su auto hasta nuestro próximo punto en el mapa.
En principio nuestra idea era ir a Bled, una ciudad en el noroeste de eslovenia que nos había recomendado el chileno que conocimos en Split y que ya estaba en la zona de los Alpes. Finalmente di con un Couchsurfing en Bohinjska Bela, un pueblito a 4 km de Bled (si, para ellos 4km ya es un pueblo diferente).
Nuestro anfitrión se llamaba Tom, un chico de 26 años que nos llevó a dejar la mochila a su casa y directo a una cabaña en el medio del bosque donde sus amigos y algunos otros extranjeros nos esperaban con algunas cervezas de bienvenida sentados alrededor de un fogón.
Tom y sus amigos eran chicos de pueblo que, aunque vivían cerca de la ciudad más turística del país, disfrutaban de pasar sus ratos en la naturaleza, lejos del bullicio y los turistas.
Junto a Tom, Dino y Mina pasamos las tardes paseando en el auto de Tom. Fuimos al castillo, a lagos desolados entre las montañas, y a una famosa pista de esquí que estaba a solo 4 km de la frontera con italia.
Tom tenía que hacer algunas cosas en Liubliana, por lo que ese día nos dio a elegir entre dos opciones: o nos alojaba hasta el día que se tenía que ir o nos daba las llaves de la cabaña y lo esperábamos ahí hasta su regreso. La opción escogida creo que se cae de madura.
Nos quedamos dos noches en el bosque, lejos de todo. Compramos algunas provisiones y disfrutamos de la paz en la naturaleza.
Si nos aburríamos nos íbamos hasta Bled a tomar unos mates a orillas del lago y luego ir nadando hasta la islita donde estaba la iglesia que se ve en todas las postales de la ciudad.
Tom y Dino volvieron de su viaje. Tuvimos nuestra última cena junto a ellos dos, mina y su novio, en la casilla rodante dónde vive este último. A las 6 de la mañana del día siguiente los chicos nos pasaron a buscar por la cabaña para llevarnos a la estación de tren.
Eslovenia fue un país al que fuimos casi por casualidad, dónde no esperábamos nada y dónde nos sorprendimos muy positivamente.
Tanto el alma joven de Liubliana, como los paisajes en la zona de los Alpes y sobretodo la amabilidad de su gente qué, a pesar de ser declaradamente distantes, formales y respetuosos, son muy amigables y no dudan en tenderte una mano.
Todos esos son los ingredientes perfectos para decir que Eslovenia es un país al que vale la pena volver algún día.
La vida es una tombola
Nicolás y Juan Pablo eran dos compañeros que planeaban cambiarse juntos a mi escuela pero los planes se derrumbaron cuando Juan Pablo se mudó a Río Gallegos. Hasta ese entonces yo no conocía a ninguno de los dos.
En el sur, JP conoció a Santiago, un chico que se mudaría muy pronto a Tandil y decidió pasarle el contacto de Nicolás, para que no esté solo en su llegada.
Nico finalmente se cambió a mi colegio y, gracias a que entablamos una buena relación por aquellos años, me presentó con Santiago una vez que este llegó a la ciudad.
Con Santiago nos hicimos muy amigos y, gracias a esa amistad, conocí a su hermano Juan Alberto. Gracias a un viaje que hicimos juntos por ahí alguna vez es que hoy estamos dónde estamos, viajando juntos por ahí otra vez.
Seguramente, gracias a que una tarde de hace siete años atrás no tenía nada mejor qué hacer qué aceptar la invitación de nico a jugar un partido con sus primos austriacos que estaban de visita fue que conocí a Matteo y Moki a quienes ahora visitaría en Graz, Austria.
Llegamos haciendo dedo y tuvimos suerte de encontrar a Matte en la ciudad y de poder haber sido invitados a quedarnos en casa de su madre.
Después de siete años vi cambios notorios en su personalidad: muy maduro, inteligente y suelto para charlar sobre diferentes temas.
Tanto Matte como Moki son nacidos y criados en Austria, pero sus padres y casi todos sus parientes son argentinos, por lo que son una perfecta mezcla entre nuestra cultura latina y la rigurosa cultura alemana… aunque tirando bastante para nuestro lado.
Si bien nos mostraron la ciudad durante el día, ambos estaban más preocupados por que la conozcamos por las noches.
Para protegerse de las invasiones turcas, la población de Graz de la época construyó cientos de túneles y cuevas en el interior de una sierra para poder esconderse. La fiesta más rara a la que asistimos fue una de tipo “under” en una de esas cuevas, con música electrónica extremo
No es a lo que estamos acostumbrados, ni cerca, pero estuvo bueno para conocer algo diferente.
Durante el fin de semana se celebraron unas fiestas tradicionale y la gente salía a la calle con los trajes típicos. Esos trajes que nosotros conocemos como típicos de la zona de Bavaria en Alemania porque son los que se usan en las Oktober Fest. En realidad los trajes son tradiciones también en Austria y Suiza.
Esta fiesta también era similar a la Oktober: además de las vestimentas, la gente se reunía en el centro desde muy temprano y empezaba a beber cerveza tirada en vasos enormes… cada uno iba con el vaso que traía de su casa.
Con los chicos pasamos a ver el ambiente, pero ellos no son tan allegados a las culturas tradicionales del país, por lo que nos quedamos en la nuestra, charlando de la vida en algún bar.
Se termino ese lindo fin de semana y tanto ellos como nosotros teníamos que partir.
Llegamos haciendo dedo hasta Viena, allí nos alojaría Lisa, una alemana que toda su vida universitaria la pasó en la capital austriaca y que había conocido cuando estuvo de intercambio en Mar del Plata.
Ella compartía piso con Kristina, una croata que de chica se mudó a Viena con su familia escapando de la guerra.
Dos chicas muy buena onda y con mucha alma viajera. Charlabamos todo el tiempo sobre nuestro viaje, de sus viajes realizados y de los tantos otros que están planeando.
Viena es una ciudad con mucha cultura y muchas cosas para ver. Tuvimos la suerte de poder caminarla de arriba a abajo. Llaman la atención los edificios y palacios imperiales, con el imponente estilo del imperio Austro - Húngaro.
Para no ser menos, nos hicimos los cultos. Fuimos a recorrer las decenas de salas decoradas con cientos de pinturas en el enorme Museo de Arte y, sobretodo, fuimos a ver una obra a la Ópera donde hace varios años Mozart tocaba sus partituras… aunque a Juan Alberto le prohibieron la entrada por ir de bermudas, no daba con la etiqueta requerida.
Obviamente, todas estas visitas se las debemos a Lisa que, sabiendo del bolsillo escueto que suele tener un viajero como nosotros, nos comento que todos los martes había en la ciudad actividades culturales que podían hacer gratuitamente y que había un truco para que a la ópera podamos asistir pagando solo 3 Euros.
Luego de nuestro último amanecer en Austria, antes de salir a hacer dedo, nos encontramos sobre la mesa de la cocina dos paquetes de obleas y un cartelito que decía:
“Qué tengan un viaje increíble, que conozcan mucha gente genial, que vean muchos lugares hermosos. Lo siento por no haber tenido tiempo para mostrarles la ciudad linda, Viena. Gracias por venir. Besos. Lisa.”
Una genia!
Como siempre, los locales no miden la ayuda que nos dan abriéndonos las puertas de sus casas o indicándonos qué hacer alli. Con solo dar una vuelta por ahí o tomar unos mates a nosotros ya nos están cumpliendo con las expectativas y, no conformes, suelen darnos mucho más que eso.
Cuando uno viaja empieza a darle valor a pequeños gestos y a disfrutar de la compañía de todos los que encuentra a diario. Eso ya es más que suficiente. Eso es básicamente de lo que se trata el viaje.
Imperio tras imperio
Haciendo dedo fuimos de Viena a Bratislava, las dos capiales de paises más cercanas del mundo.
En la capital de Eslovaquia nos alojaria Eva, amiga de una amiga. Nos brindaria hospedaje sin siquiera conocernos y además lo haria cuando apenas había llegado de un viaje de dos semanas por Israel… de hecho llegamos a su casa antes qué su avion aterrice.
En nuestra cena de bienvenida comimos una comida tipica junto a ella, su novio y su hermana. Dónde vivia Eva quedaba un tanto lejos del centro, por lo qué pudimos caminar por la parte no turistica de la ciudad.
No es una ciudad muy grande y su centro historico es conocido por unas estatuas raras qué estan dispersas por alli. La más famosa de ellas es un hombre saliendo de una alcantarilla en homenaje a los trabajadores.
Hay un castillo en lo alto de una sierra qué otorga una vista panoramica ideal para sentarse a tomar mate.
Nos quedo la sensación de ser una ciudad qué sufre el estar rodeada por Viena, Budapest y Praga, por lo qué suele ser simplemente un lugar de pasó para todo el turista qué esta visitando las capitales imperiales y nosotros no fuimos la excepcion.
Intentamos ir a dedo hasta la capital hungara, pero esta vez la suerte no estuvo de nuestro lado. Estuvimos cinco horas parados en una esquina con el pulgar levantado, pasaron centenres de autos y ninguno paro ni siquiera para mirar detenidamente su GPS. Ese seria nuestro record de espera al costado de una ruta durante toda nuestra estadia en Europa.
Llegamos casi a medianoche a Budapest, Lucho Fernandez nos estaba esperando para cenar y sacarnos a conocer la noche budapecina. El es un tandilense qué hace cuatro años llegó a Hungria pensando qué se quedaria solo por un ano y qué sigue sintiendo al país y la ciudad como algo momentaneo. Es más, en su sala hay dos relojes enormes, uno con la hora de Hungria y el otro con la hora de Argentina y entre ellos un mapa de Tandil.
Fuimos a los conocidos como “bares en ruinas”, una movida qué hace algunos años es moda en la ciudad: luego de la guerra, muchas casas grandes y centricas quedaron abandonadas y muy venidas a menos. Los jovenes las fueron tomando para hacer bares y las fueron decorando con materiales reciclados o chatarra qué encontraban en las calles, creando una onda muy especial en la zona.
El resto de los dias salimos a tomar mate a parques durante el día y a conocer edificios increibles como el parlamento por las noches, cuando la luz articial los hace resaltar en la oscuradad.
Tuvimos de guia a Lucho y a Fede (un olavarriense emigrado) y cuando ellos no podian la teníamos a Edina, una hungara qué estuvo de intercambio en Tandil y qué es tan buena qué a veces dan ganas de pedirle algo de rebeldia. Se hizo un grupo grande, ya qué se nos sumo una cordobesa qué no se como la conocimos y el chileno qué habíamos conocido en Split y qué de casualidad nos encontramos en hungria.
Alli en Budapest tuvimos por primera vez la experiencia de meternos a Free Walking Tour: una iniciativa qué esta en casi todas las ciudades europeas, en la qué un guia te lleva caminando por diferentes puntos turisticos de la ciudad, contandote sobre la historia y la cultura y el precio qué se paga es a donoren, según lo conforme qué se haya quedado uno con el servicio y según su bolsillo.
Fue la primera vez qué lo hicimos e hicimos dos toures difrerentes en esa misma ciudad. Sirvio para conocer algo de la historia de un país qué pasó de ser una parte del Imperio Austro - Hungaro, teniendo una de las dos capitales de este, a ser invadida por el regimen nazi y luego por el regimen sovietico Con esto tuvo diferentes formas de gobierno totalmente opuestas, en menos de un siglo.
Buscándole el sentido a la vida
Nos quedamos una noche más de lo pensado ya qué por primera vez (y esperemos qué por ultima) perdimos nuestro micro. Por suerte Lucho nos dio cobijo sin cobrar demasiado.
Finalmente llegamos a Cracovia, dónde nos alojaria Tomasz una noche y Monica la noche restante. Dos chicos qué contactamos por CouchSurfing.
El día había sido larguisimo. Nos habíamos levantado a las 5 de la mañana para no perder de nuevo el micro, llegamos a las 14 a polonia y tuvimos qué esperar hasta las 21 para encontrarnos con Tomasz.
No conciente de nuestro cansancio nos llevó a unos bares a brindar por su encuentro y, ya en su casa, nos servia chupitos de vodka polaco mientras teníamos una entrevista con una radio de Tandil… no creo qué nuestras historias hayan captado la atencion de muchos radioescuchas.
Al día siguiente fuimos a conocer Auschwitz, ciudad en la qué se encuentra el mayor Campo de Concentracion Nazi.
Pudiendo pagar entrada simple y barata, nos dimos el lujo de poner algunas monedas más y contar con un guia en espanol. No es algo qué nuestro modo gasolero de viaje nos permita hacer muy a menudo, pero estabamos seguro qué en ese lugar realmente valdria la pena y por suerte así fue.
El Campo de Concentracion es un lugar totalmente escalofriante qué ayuda a “entender”como funcionaba la filosofia Nazi.
Ser prisionero de ese campo era morir a fuego lento. Lo maximo qué llegaba a durar con vida una persona alli eran tres meses desde su entrada al campo.
Poco a poco los nazis les iban quitando a sus prisioneros las fuerzas fisicas, exigiendoles trabajos forzosos y practicamente sin darles comida. También los iban debilitando mentalmente, haciendoles perder su dignidad humana, humiyandolos y logrando qué se quieran matar entre ellos.
Quienes más tiempo sobrevivian eran quienes, a pesar de las adversidades y torturas recibidas, no se dejaban abasayar y seguian firmes en la creencia de qué la vida aún tenía sentido y qué valia la pena seguir luchando por salir de alli con vida.
El recorrido nos fue llevando por todas partes: los cuartos dónde vivían los prisioneros, donde los torturaban y dónde les quitaban la vida. Cada edificio y cada cuarto estaba decorado con fotos, cosas qué hayan quedado de la epoca, carteles explicativos y frases profundas. A cada pasó se te suben y se te bajan los escalofrios y se te pone la piel de gallina.
Me llamo la atención un cartel a la entrada de uno de los edificios que decía “todo el que olvide el pasado está condenado a repetir esto.”
Podría darles más detalles de como era vivir un día ahí dentro, pero creo qué no tendría sentido. Hay muchos libros y peliculas qué ya muestran esas cosas. Lo qué si les puedo decir es qué estando ahí uno siente qué lo vive en carne propia, deja de ser ficcion y pasa a ser realidad.
Al final de la visita, el guía nos dejó unas palabras muy ciertas que intentaré emular:
“Se que todo lo que vieron hoy no es para nada agradable, pero forman parte de nuestra historia. Nadie está excento de que esto se repita. Los fanáticos políticos o deportivos, la xenofobia, la homofobia y tantos otros males de nuestros días son los que terminan en esto. El creerse superior a otros solo por ser diferente es la base del pensamiento nazista. Este lugar nos debe recordar a toda la humanidad los errores qué somos capaces de cometer.”
En el bosque muy contento
Un nuevo viaje a dedo nos dejó en Dolny Kubin, un pueblito eslovaco cercano a la frontera con República Checa al que llegamos con la intención de visitar a Zuzana, una chica que había estado hacía unos seis años de intercambio en Tandil.
Hacia menos de una semana qué Zu y Pavol, su marido, se habían mudado a una casita en el bosque y encantados de la vida recibieron a estos dos pesados viajeros que pasaban por allí, sin importarles que apenas se estaban acomodando.
La casa era más bien una cabaña que los últimos dueños usaban para pasar el fin de semana, pero para Zu y Pavol sería el lugar para estar de forma permanente. Estaba a unos dos km del pueblo, donde sólo había bosques y paz.
Yendo a los detalles de la vida cotidiana de este joven matrimonio les podemos decir que la cabanita no tenía agua, Pavol debía ir varias veces al día hasta un manantial cercano para cargar bidones con agua. Tampoco había bano, las necesidades había que hacerlas en un baño químico y para ducharnos debíamos calentar el agua del manantial en ollas, después con llenar una bolsa - ducha, colgarla en un árbol y a ducharse al aire libre a pesar de las bajas temperaturas.
Los gastos en los que debieron incurrir para adquirir la casita les hacía imposible hacerse un baño o traer agua desde un pozo y no iban a poder hacerlo por lo menos hasta que pase el invierno crudo que se vive en esa zona de montana.
Si alguien cree que algo de todo esto le importaba a Zu o a Pavol está muy confundido. Ellos estaban felices de poder vivir en contacto pleno con la naturaleza. No hacía falta preguntarles, transmitían paz cuando hablaban y amor en sus miradas cuando se miraba el uno al otro. Se notaba que eran felices de verdad, sin pretender aparentar nada de más.
En nuestro primer día nos llevaron hasta un Parque Nacional cercano a dar una caminata. Tuvimos suerte porque el día acompañó y el sol hizo más lindo el andar entre los árboles del bosque y las montañas.
Los días restantes de nuestra estadía fueron con cielo gris, lluvia y muy pocos grados de temperatura, por lo que nos dedicamos a disfrutar de la vida relajada dentro de la cabaña del bosque… tomando mate, escuchando música y mirando el agua caer y el viento mover la copa de los árboles altos del bosque desde el otro lado de la ventana.
Antes de casarse, Zuzana y Pavol habían viajado 14 meses en bicicleta: 10 por América Latina (desde Costa Rica hasta Ushuaia) y 4 meses más rondando por Europa. Quizás por ese motivo hayan sido excelentes anfitriones, brindándonos total hospitalidad, preparándonos comidas eslovacas y haciéndonos sentir que sinceramente su casa era nuestra casa y que allí podríamos quedarnos el tiempo que quisiéramos.
Después de comer una sopa de lechuga y brindar con una copa de vino por nuestra última cena juntos, Zuzana y Pavol nos mostraron un video que hicieron con imágenes de su viaje en bici… esa clase de videos que te dan ganas de viajar, aunque ya estés viajando.
Nos despertamos en la mañana siguiente. Mientras preparábamos las mochilas Juan volvió del baño químico diciendo que estaba hermoso afuera para hacer dedo y se puso pantalones cortos (nevaba y el termómetro marcaba que hacía tres grados bajo cero).
Nos despedimos de Zuzana y Pavol con un abrazo y sabiendo de ambas partes qué cada uno tiene las puertas abiertas para ser recibido del otro lado del globo cuando se le ocurra.
Una vez más estabamos parados al lado de una ruta, sonriendo y con el pulgar levantado cada vez que lo hacíamos sufrir afuera del bolsillo. Una vez más esa excitación y optimismo de que todo va a salir bien y qué vamos a llegar a dónde nos proponemos. Otra vez esa adrenalina de no saber qué va a pasar, ni a quién vamos a conocer ni a dónde vamos a llegar. Otra vez no importa lo que vendrá… pase lo que pase esto seguirá siendo una aventura… sea lo que sea.